La profunda conexión de la leyenda del baloncesto Michael Jordan con su niñera de la infancia, Evelyn, hizo un círculo completo en una historia inspiradora de amabilidad y gratitud. Mientras visitaba su ciudad natal para un evento de caridad, Jordan descubrió inesperadamente que Evelyn, ahora de 85 años, todavía estaba trabajando como camarera en un restaurante local para llegar a fin de mes. La mujer que lo había cuidado cuando era niña, ofreciendo consuelo y aliento, ahora estaba luchando por sobrevivir.

Movido por sus circunstancias, Michael decidió tomar medidas. Desarrolló un plan secreto, que llamó “el descanso de la Operación Evelyn”, para proporcionarle el retiro que merecía. A pesar de su orgullo y negativa a aceptar la caridad, Michael hizo todo lo posible para garantizar la comodidad y seguridad de Evelyn. Pagó sus deudas médicas, estableció un fondo fiduciario y le compró una hermosa casa con un jardín, tal como ella siempre había soñado.
La operación se extendió más allá de solo proporcionar a Evelyn una casa. Michael también organizó que su yerno, James, asegurara un trabajo en Wilmington, permitiendo que su familia estuviera más cerca de ella. Además, Michael estableció fondos universitarios para sus nietos y aseguró que los gastos médicos de Evelyn estuvieran cubiertos por el resto de su vida.
Evelyn, abrumada por las sorpresas, inicialmente se resistió a aceptar ayuda, pero la determinación inquebrantable de Michael y los gestos sinceros le mostraron cuánto significaba para él. La culminación del plan incluyó una celebración especial en el Hospital de Niños donde Evelyn se había ofrecido como voluntaria durante años, donde se reunió con su familia por primera vez en años.
A través de sus acciones, Michael no solo honró a la mujer que había dado forma a sus primeros años, sino que también inspiró a otros. Su historia de generosidad provocó un movimiento para reconocer y apoyar a los cuidadores en sus años de jubilación. Para Michael, el descanso de la Operación Evelyn no solo se convirtió en retribuir a alguien que lo había ayudado sino de completar un círculo de amabilidad que comenzó hace décadas, mostrando el verdadero poder de gratitud y compasión.