La temporada 2025 de la Fórmula 1 sigue llena de giros inesperados, pero pocos tan sorprendentes como el doble golpe positivo que ha protagonizado Max Verstappen en las últimas semanas. Tras meses de rumores, tensiones internas en Red Bull y especulaciones sobre su futuro, el neerlandés no solo ha consolidado su liderazgo en la pista, sino que también ha recibido un nuevo respaldo emocional y estratégico: su padre, Jos Verstappen, ha sido confirmado como parte del círculo técnico y de apoyo del piloto, en un movimiento que nadie vio venir, pero que puede alterar significativamente el equilibrio en el paddock.

La primera buena noticia llegó cuando Max, contra todo pronóstico, se mantuvo firme en Red Bull pese al caos institucional generado por el caso Horner, las disputas internas y el supuesto interés de Mercedes por ficharlo para 2026. Con determinación silenciosa y resultados demoledores —incluyendo su victoria reciente en Suzuka y su dominio en clasificación en Imola—, el tricampeón mundial ha mandado un mensaje claro: está más centrado y competitivo que nunca. Pero lo que parecía ser el máximo punto de estabilidad se ha superado con la revelación más reciente: el regreso de Jos Verstappen al núcleo operativo del piloto.

Según fuentes cercanas al entorno de Max, Jos no solo ha retomado el contacto personal con su hijo después de meses de distanciamiento —recordemos que tras el GP de Mónaco 2024 se desató una fuerte tensión pública entre ambos—, sino que ahora formará parte activa de las sesiones de simulador, la preparación mental y la toma de decisiones estratégicas durante los fines de semana de carrera. Una figura que conoce profundamente a su hijo y que ha sido clave en su formación como piloto de élite vuelve al ruedo, en un contexto donde la presión es máxima y cualquier ventaja cuenta.

La confirmación de este nuevo rol de Jos ha generado reacciones encontradas en el paddock. Algunos lo interpretan como una señal de que Max quiere cerrar filas y proteger su rendimiento ante la inestabilidad que vive su equipo. Otros, en cambio, ven la movida como una jugada de poder: Jos, que nunca ha escondido sus opiniones duras sobre la gestión de Red Bull, podría servir como un contrapeso informal frente a Christian Horner y Helmut Marko, en medio de una guerra fría que, aunque menos mediática que antes, sigue latente dentro del equipo.
Lo que es indiscutible es que este “doble giro positivo” marca un punto de inflexión. Max Verstappen no solo ha silenciado a los críticos con actuaciones en pista que rozan la perfección, sino que también ha dado un paso importante en el plano humano. La reconciliación con su padre, especialmente después del silencio que siguió a la polémica del año pasado, tiene un peso simbólico que va más allá de lo deportivo. En palabras de un mecánico de Red Bull, “cuando Jos está cerca, Max cambia: se vuelve más meticuloso, más agresivo, más Max”.
Por ahora, el paddock solo puede especular sobre las consecuencias de este reencuentro. ¿Será una fuente de estabilidad o una nueva fuente de tensión dentro de un equipo que ya ha demostrado ser una olla a presión? Lo cierto es que Max Verstappen ha vuelto a sorprender, no con un adelantamiento imposible o una vuelta perfecta, sino con una jugada emocional que, si se traduce en resultados, podría sellar su cuarto título mundial antes de que el telón caiga sobre esta temporada.
Jos ha vuelto. Y con él, también regresa una versión de Max que muchos daban por perdida: la del joven imparable con el fuego de familia encendido. En una Fórmula 1 donde el talento ya no basta y las guerras internas pueden cambiar carreras, este inesperado retorno puede ser el golpe psicológico que Red Bull necesitaba… o la chispa que encienda la próxima tormenta.