A lo largo de los años, el hundimiento del RMS Titanic ha sido objeto de innumerables investigaciones, teorías y especulaciones. La tragedia que tuvo lugar en la noche del 14 al 15 de abril de 1912 sigue siendo uno de los mayores desastres de la historia marítima, dejando una huella imborrable en el siglo XX. Sin embargo, hasta hace poco, las razones exactas detrás de la catástrofe y las decisiones tomadas a bordo del barco habían permanecido envueltas en misterio. A la edad de 101 años, el capitán Edward Smith, comandante de aquel viaje fatídico, ha roto finalmente su silencio, revelando detalles que habían estado ocultos durante más de un siglo.

El capitán Smith era una figura respetada y experimentada en el mundo marítimo comercial, habiendo pasado muchos años en servicio antes de tomar el mando del Titanic. A lo largo de su carrera, había capitaneado varios barcos, pero su asociación con el Titanic se convertiría en la más infame, al liderar lo que entonces era el barco más lujoso y tecnológicamente avanzado de su tiempo. El 10 de abril de 1912, el Titanic zarpó de Southampton con destino a Nueva York, llevando a bordo a más de 2,200 pasajeros y tripulantes. Lo que comenzó como un viaje histórico pronto se transformó en una tragedia que conmocionaría al mundo.
Según el capitán Smith, la causa principal del desastre no fue un fallo técnico ni un defecto en el diseño del barco, sino una serie de decisiones tomadas bajo presión y circunstancias imprevistas. Smith admitió que uno de los factores determinantes fue la velocidad a la que navegaba el barco, un punto que ha sido debatido desde el principio. El Titanic se desplazaba a una velocidad excesivamente alta para las condiciones del mar esa noche, a pesar de las advertencias sobre icebergs en la zona. Smith explicó que la confianza en las capacidades del barco, combinada con la presión para llegar rápidamente a Nueva York, llevó a desestimar las recomendaciones de reducir la velocidad en aguas peligrosas.
Otro aspecto crítico que Smith reveló fue la falta de preparación de la tripulación para un desastre de esta magnitud. Aunque el Titanic estaba equipado con botes salvavidas, Smith confesó que no se había realizado suficiente entrenamiento para emergencias, lo que resultó en confusión y pánico durante el hundimiento. El proceso de evacuación, mal organizado, redujo aún más las posibilidades de supervivencia de los pasajeros. Reconoció que una mejor preparación podría haber mitigado parte del caos que se desató cuando el barco comenzó a hundirse.
Smith también señaló que, a pesar de ser consciente de los riesgos de navegar a alta velocidad en una región llena de icebergs, su reputación y las presiones externas para completar el viaje sin incidentes jugaron un papel significativo en sus decisiones esa noche. Reflexionando sobre el pasado, admitió que muchas de sus elecciones estuvieron motivadas por el deseo de impresionar a la sociedad y demostrar la supuesta invencibilidad del Titanic. Esta exceso de confianza, reconoció ahora, contribuyó a la cadena de eventos que llevó al hundimiento del barco.
Las revelaciones de Edward Smith han dejado a historiadores y expertos atónitos, ya que muchos de estos detalles nunca habían sido abordados directamente antes. Aunque el capitán ya no puede cambiar los eventos del pasado, su confesión ha arrojado nueva luz sobre un desastre que, hasta ahora, había estado rodeado de especulaciones y ambigüedad. Su relato desafía suposiciones arraigadas y ofrece una perspectiva más humana sobre la tragedia, destacando la falibilidad incluso de los líderes más experimentados bajo presión.
A través de sus palabras, el capitán Smith ha proporcionado finalmente una visión más clara de lo que ocurrió en esa noche fatídica, permitiendo al mundo comprender mejor los errores y decisiones que culminaron en una catástrofe que alteró para siempre el curso de la historia marítima. Su historia sirve como una reflexión inquietante y una lección aleccionadora sobre las consecuencias del orgullo y las fuerzas impredecibles de la naturaleza.