El mundo aún no se recupera del impacto tras la muerte de Liam Payne, el exintegrante de One Direction cuya vida terminó de manera abrupta el pasado 16 de octubre de 2024 en Buenos Aires. Lo que parecía ser una estadía tranquila en el lujoso hotel CasaSur Palermo se transformó en una pesadilla que culminó con el cantante cayendo desde un balcón del tercer piso. Sin embargo, nuevos detalles escalofriantes han salido a la luz, pintando un cuadro caótico y perturbador de sus últimos momentos. Testigos y grabaciones revelan que Payne, lejos de estar en calma, protagonizó una escena de furia descontrolada: destrozó su habitación, gritó sin parar y dejó un rastro de destrucción antes de su trágica caída mortal.
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Todo comenzó como una visita más a Argentina, un país que Payne había elogiado en el pasado por su vibrante cultura. Instalado en una suite del exclusivo hotel en el barrio de Palermo, el cantante de 31 años parecía estar disfrutando de un respiro tras años de giras y titulares. Pero algo cambió drásticamente esa tarde. Según empleados del CasaSur, Payne empezó a comportarse de manera errática horas antes del incidente. Testigos presenciales, incluyendo huéspedes y personal, describieron cómo el cantante comenzó a lanzar objetos contra las paredes, rompiendo lámparas, espejos y cualquier cosa a su alcance. “Era como si estuviera poseído”, dijo un trabajador del hotel bajo anonimato, aún conmocionado por lo que presenció.
Los gritos de Payne resonaron por los pasillos, una mezcla de insultos, frases incoherentes y alaridos que alarmaron a quienes lo escucharon. Algunos huéspedes intentaron grabar el escándalo con sus teléfonos, y fragmentos de esos videos han circulado en redes sociales, mostrando al cantante visiblemente alterado. En uno de los clips, se le oye vociferar palabras ininteligibles mientras arroja una silla contra una ventana, haciendo temblar el cristal. Este comportamiento desquiciado contrastaba brutalmente con la imagen de ídolo pop que millones de fans adoraban, dejando a todos preguntándose qué pudo haberlo llevado a semejante extremo.
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Las autoridades argentinas, que han investigado exhaustivamente el caso, apuntan a un factor clave: el consumo de sustancias. Los análisis toxicológicos realizados tras la autopsia confirmaron que Payne tenía en su sistema un cóctel letal de cocaína, alcohol y un antidepresivo, sertralina, en niveles preocupantes. Expertos sugieren que esta combinación pudo haber desencadenado un episodio de psicosis aguda, explicando su furia repentina y destructiva. Fuentes cercanas al caso revelaron que, en las horas previas, Payne había estado en contacto con individuos que le suministraron drogas, incluyendo un excamarero identificado como Braian Nahuel Paiz, quien permanece bajo custodia como sospechoso de proveer los estupefacientes.
El caos no se limitó a su habitación. Según el testimonio del jefe de recepción, Esteban Grossi, Payne intentó salir al pasillo en varias ocasiones, tambaleándose y profiriendo insultos contra el personal que intentaba calmarlo. En un momento crítico, los empleados lo trasladaron desde el vestíbulo de regreso a su suite, un acto capturado en cámaras de seguridad que luego se volvió viral. Las imágenes muestran a un Payne desorientado, con los ojos vidriosos y el rostro desencajado, mientras lo llevaban casi a rastras. Minutos después, ocurrió lo impensable: el cantante logró llegar al balcón y, en un instante que nadie pudo prever ni detener, cayó al vacío.
La caída, desde una altura de más de 13 metros, fue devastadora. Payne sufrió politraumatismos y hemorragias internas que acabaron con su vida al instante, según el informe forense. El impacto dejó una escena desgarradora en el patio trasero del hotel, donde los primeros en llegar —huéspedes y transeúntes— quedaron paralizados por la conmoción. Los servicios de emergencia, alertados por una llamada al 911 del personal del hotel, llegaron demasiado tarde para hacer algo más que confirmar su muerte. Lo que quedó atrás fue un cuarto destrozado, vidrios rotos y el eco de sus últimos gritos, un final brutal para una estrella que alguna vez iluminó escenarios mundiales.
La pregunta que todos se hacen es: ¿qué llevó a Liam Payne a este punto? Aquellos que lo conocían hablan de un hombre que luchó con demonios internos durante años. Desde la disolución de One Direction en 2015, Payne había sido abierto sobre sus problemas con la ansiedad, el alcohol y la presión de la fama. Sin embargo, quienes lo vieron en Argentina días antes del incidente aseguran que parecía estar en buen estado, lo que hace aún más desconcertante este desenlace. Algunos especulan que un desencadenante emocional, combinado con las drogas, pudo haberlo empujado al borde.
El impacto de esta tragedia trasciende lo personal. Los fans, devastados, han inundado las redes con tributos y teorías, mientras la prensa sensacionalista se deleita con cada detalle morboso. En Buenos Aires, el hotel CasaSur se ha convertido en un improvisado lugar de peregrinación, con flores y mensajes dejados por admiradores. Mientras tanto, la investigación sigue abierta, con Paiz y otro empleado, Ezequiel David Pereyra, enfrentando cargos por suministro de drogas. Sin embargo, tres de los acusados originales —Rogelio Nores, Gilda Martín y Esteban Grossi— han sido absueltos, dejando el enfoque en el rol de las sustancias en este fatal desenlace.
La muerte de Liam Payne no es solo la pérdida de un ídolo, sino un recordatorio sombrío de los peligros que acechan tras el brillo de la fama. Su arrebato final, capturado en fragmentos de video y relatos de testigos, pinta el retrato de un hombre atrapado en un torbellino de caos y desesperación. Mientras el mundo llora su partida, queda la incógnita de si este trágico final pudo haberse evitado, o si estaba escrito en las sombras de una vida que, en sus últimos momentos, se salió irremediablemente de control.